sábado, 2 de marzo de 2013

Conflicto entre el saber tecnocientifico y la vida humana

CONFLICTO ENTRE EL SABER TECNOCIENTÍFICO Y LA VIDA HUMANA




 
La ambivalencia de los efectos a gran escala. Las tecnologías actuales se caracterizan por su uso intensivo y masivo, es decir, a gran escala y de modo universal en todo el planeta. Ello implica cambios cualitativos en los efectos que produce.
A pequeña escala, por ejemplo, el daño provocado por las emisiones de gases de las industrias y los automóviles podría ser controlable, pero a medida que crecieron las ciudades y se convirtieron en megalópolis como la Ciudad de México el aumento descomunal y la concentración de esas emisiones han hecho de la contaminación atmosférica un serio problema que hasta ahora no tiene solución.


El incremento de los riesgos y problemas reside en los éxitos mismos de la tecnología, en su progreso incesante y acelerado, pero también en el hecho de que la tecnología contemporánea se embarca en empresas que no podrían fracasar; esto es, las tecnologías se encadenan, éxito tras éxito, en una línea irreversible cuyo error o fracaso puede significar una catástrofe mayúscula.

De este modo, los intereses positivos que motivaron el surgimiento de muchas tecnologías se han revertido contra la sociedad misma, al generarse problemas por el uso intensivo y el crecimiento descontrolado del poder tecnológico.
El automatismo de la innovación tecnológica. La tecnología contemporánea ha entrado en una fase de progreso casi automático e ilimitado, en el que cada nuevo logro implica ya la necesidad de dar un siguiente paso. Cada aplicación e innovación que se integra en el sistema se convierte en una nueva necesidad social. A medida que se lanzan al mercado nuevas tecnologías, se “encadenan” con las ya existentes haciendo más compleja la red de conexiones y efectos dentro del sistema tecnológico mundial.
Así, pues, el poder tecnológico tiene una dimensión –por primera vez en la historia- global y planetaria , pues sus efectos son acumulativos y, en algunos casos, irreversibles. Por ejemplo, los desechos radiactivos de las plantas nucleares que permanecen cientos e incluso miles de años.
Lo que más preocupa de la situación actual es que la responsabilidad humana se ha quedado corta ante los efectos tecnológicos, ya que no posee los suficientes conocimientos científicos sobre todas las consecuencias y porque, en muchas ocasiones, no es posible prever todos los efectos.

Hay, pues, un desfase entre lo mucho que somos capaces de producir tecnológicamente y lo poco que podemos conocer científicamente, y por tanto, planear y prever hacia el futuro.
 De este modo, el sistema tecnológico parece progresar y expandirse de manera autónoma, al margen de las regulaciones sociopolíticas.
El gran desafío ético de nuestro tiempo consiste en formular regulaciones internacionales eficaces para prevenir y evitar los efectos negativos de las tecnologías y, al mismo tiempo, para potenciar el uso racional de las tecnologías necesarias para el bienestar de todo el mundo.
La expansión de la responsabilidad colectiva. Como resultado del conflicto entre tecnología y vida humana, el valor ético que se coloca en el primer puesto ahora es el de la responsabilidad colectiva . El sistema tecnológico extiende cada vez más sus efectos en el espacio y el tiempo, para bien y para mal, y, por ello, nos exige una nueva responsabilidad social, que no sólo compete a los científicos y tecnológicos, sino a todos los ciudadanos del mundo.
Pero además, el exceso de poder tecnológico impone al ser humano la obligación de proteger y preservar la biodiversidad y los equilibrios ecológicos del planeta. Así, pues, el creciente y expansivo poder tecnológico han convertido en objeto de responsabilidad humana a la naturaleza terrestre y, en particular, a la propia naturaleza del ser humano.
El valor ético del conocimiento tecnocientífico. En las actuales condiciones del desarrollo tecnológico, el saber científico y tecnológico se ha convertido en una nueva necesidad ética . Esto es, el conocimiento científico debe estar, en lo posible, a la par de la capacidad transformadora de la tecnología. Es indispensable entonces procurar el conocimiento de las condiciones y de los efectos futuros, probables o potenciales.
Así, la ciencia y la tecnociencia tienen un nuevo deber ético : vigilar el despliegue del poder tecnológico para proteger a la humanidad misma de sus excesos y de sus posibles efectos negativos y, al mismo tiempo, potenciar y expandir los beneficios de las tecnologías más seguras, más limpias y más eficientes.
Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a apreciar las tecnologías sólo por sus efectos inmediatos, sin reparar en las consecuencias a futuro; nos dejamos llevar por las innovaciones tecnológicas que rápidamente se extienden como una nueva “necesidad”, sin detenernos a pensar si los medios se adecuan a los fines, y si no surgirán efectos negativos en su uso intensivo. Quizá con el uso irracional de algunas tecnologías estamos solucionando problemas inmediatos, pero gestando graves complicaciones para el futuro.
La emisión de estas ondas invisibles, se suma a la que producen muchos otros artefactos electrónicos (televisores, computadoras, copiadoras, incluso secadoras de pelo, etc.), a tal grado que algunos científicos han hablado ya de una contaminación electromagnética, invisible pero peligrosa porque se viene incrementando rápidamente en los últimos años.
En cuanto más dependemos de una tecnología, son mayores los riesgos de colapsos y catástrofes que no podríamos remediar a tiempo con nuestros propios recursos tecnocientíficos, pues no acostumbramos planear medidas de precaución o disponer de medios alternos. Así, los beneficios inmediatos pueden convertirse en problemas muy costosos a largo plazo que terminen por pulverizar los logros de la civilización tecnocientífica.

Esa privatización de la tecnociencia entra en contradicción con el valor público de la ciencia y el valor de utilidad social de la tecnología. En el mundo actual, la tendencia del desarrollo tecnológico parece ir en sentido contrario: los beneficios se privatizan, sólo acceden a ellos quienes tienen el poder económico para pagarlos, mientras que los daños y riesgos se extienden a todas las sociedades y afectan mayormente a los más pobres, es decir, a los que menos disfrutan de los beneficios del desarrollo tecnocientífico.
Por otro lado, no existen condiciones ideales para el desarrollo o aplicación de las tecnologías, pero debemos valorar socialmente cuáles son las mejores condiciones; en esto podemos señalar tres valores:

  • La publicidad.
  • La precaución.
  • La responsabilidad.

Las tecnologías deben ser públicas puesto que los efectos o los daños perjudican a todos. La gente debe tener suficiente información sobre los riesgos y los problemas que implican el uso masivo de ciertas tecnologías, debe también poder decidir si está de acuerdo en asumir riesgos, como vivir cerca de una central nuclear, o bañarse en aguas donde se descargan por toneladas desechos orgánicos e industriales.
La información de seguridad sobre las tecnologías debe ser pública para poder exigir responsabilidad a los diseñadores, los fabricantes, los operarios y los dueños de los sistemas y artefactos.

Pero muchas veces no es posible saber qué tipo de efectos se producirán, y si éstos serán dañinos. Los efectos negativos pueden ser accidentales y no intencionales, sobre todo en un sistema tan complejo como el de nuestro mundo tecnológico.

2 comentarios:

  1. La necesidad social que surge por la tecnología negativa cada vez se convierte mas grande , nos estamos convierten en personas ambiciosas hacia ellas , y no tomamos en cuenta el dano que nos estamos haciendo a nosotros mismos y a la naturaleza en si , creo yo que tenemos que educar nuestra tecnología , por que si , como dicen va ver un momento en que nos superara de cualquier modo, no que nos destruya literalmente , si no psicológicamente o patológicamente, y de tal manera podremos destruirnos poco a poco como seres humanamos , creo yo que no hay que tomar extremos , ya que todo en exceso hace dano .

    ResponderEliminar