martes, 5 de marzo de 2013
Algunos ejemplos de Tecnociencia
ALGUNOS EJEMPLOS DE TECNOCIENCIA





lunes, 4 de marzo de 2013
Comienzan los conflictos
COMIENZAN LOS CONFLICTOS
un poco de historia
El desarrollo científico tecnológico es uno de los elementos de cambio más radicales del siglo XX.
Los adelantos que tuvieron lugar en el conocimiento científico desde las primeras décadas, desencadenaron a partir de los años cincuenta un proceso simultáneo de cambios en la ciencia, las tecnologías y el sistema productivo, cambios que a su vez hicieron posible la transformación de la vida social a escala planetaria.
Indudablemente, los cambios no surtieron efectos positivos sobre toda la población del planeta, pues se relizaron en un contexto de dominación capitalista mundial, pero a pesar de las discriminaciones y exclusiones, se puede afirmar la transformación de la vida planetaria, pues en ese período el liderazgo alcanzado por algunas naciones en varios rubros científicos y tecnológicos se expresó en liderazgos comerciales y hegemonismos políticos, y el avance científico-técnico marcó la pauta de desenvolvimiento de la sociedad mundial.
Los cambios que han tenido lugar afectan por igual a los seres humanos y su
proceso de vida; al conocimiento y sus formas de producción y reproducción, y han colocado a la sociedad mundial ante la alternativa de una nueva reconceptualización.
Para algunos, estamos entrando cada vez más en la sociedad del conocimiento, mientras que para otros, sería más adecuado referirnos a la sociedad contemporánea como sociedad del riesgo.
REFERENCIA:
“Ecología y sociedad. Selección de lecturas.” [Valdés Menocal, Célida (2005): Ecología y sociedad. Selección de lecturas, Editorial Félix Varela, La Habana.
sábado, 2 de marzo de 2013
Conflicto entre el saber tecnocientifico y la vida humana
La ambivalencia de los efectos a gran escala.
Las tecnologías actuales se caracterizan por su uso intensivo y masivo,
es decir, a gran escala y de modo universal en todo el planeta. Ello implica
cambios cualitativos en los efectos que produce.
A pequeña escala, por ejemplo,
el daño provocado por las emisiones de gases de las industrias y los automóviles
podría ser controlable, pero a medida que crecieron las ciudades y se
convirtieron en megalópolis como la Ciudad de México el aumento descomunal y
la concentración de esas emisiones han hecho de la contaminación atmosférica un
serio problema que hasta ahora no tiene solución.

El incremento de los riesgos y problemas reside en los
éxitos mismos de la tecnología, en su progreso incesante y acelerado,
pero también en el hecho de que la tecnología contemporánea se embarca en
empresas que no podrían fracasar; esto es, las tecnologías se encadenan, éxito
tras éxito, en una línea irreversible cuyo error o fracaso puede significar una
catástrofe mayúscula.
De este modo, los intereses positivos que motivaron el
surgimiento de muchas tecnologías se han revertido contra la sociedad misma, al
generarse problemas por el uso intensivo y el crecimiento descontrolado del
poder tecnológico.
El automatismo de la innovación tecnológica.
La tecnología contemporánea ha entrado en una fase de progreso casi
automático e ilimitado, en el que cada nuevo logro implica ya la necesidad de
dar un siguiente paso. Cada aplicación e innovación que se integra en el sistema
se convierte en una nueva necesidad social. A medida que se lanzan al mercado
nuevas tecnologías, se “encadenan” con las ya existentes haciendo más compleja
la red de conexiones y efectos dentro del sistema tecnológico mundial.
Así, pues, el poder tecnológico tiene una dimensión –por
primera vez en la historia- global y planetaria , pues sus efectos son
acumulativos y, en algunos casos, irreversibles. Por ejemplo, los desechos
radiactivos de las plantas nucleares que permanecen cientos e incluso miles de
años.
Lo que más preocupa de la situación actual es que la
responsabilidad humana se ha quedado corta ante los efectos tecnológicos, ya que
no posee los suficientes conocimientos científicos sobre todas las consecuencias
y porque, en muchas ocasiones, no es posible prever todos los efectos.

Hay,
pues, un desfase entre lo mucho que somos capaces de producir
tecnológicamente y lo poco que podemos conocer científicamente, y
por tanto, planear y prever hacia el futuro.
De este modo, el sistema
tecnológico parece progresar y expandirse de manera autónoma, al margen de las
regulaciones sociopolíticas.
El gran desafío ético de nuestro tiempo consiste en
formular regulaciones internacionales eficaces para prevenir y evitar los
efectos negativos de las tecnologías y, al mismo tiempo, para potenciar el uso
racional de las tecnologías necesarias para el bienestar de todo el mundo.
La expansión de la responsabilidad colectiva.
Como resultado del conflicto entre tecnología y vida humana, el valor
ético que se coloca en el primer puesto ahora es el de la responsabilidad
colectiva . El sistema tecnológico extiende cada vez más sus efectos en el
espacio y el tiempo, para bien y para mal, y, por ello, nos exige una nueva
responsabilidad social, que no sólo compete a los científicos y tecnológicos,
sino a todos los ciudadanos del mundo.
Pero además, el exceso de poder tecnológico impone al
ser humano la obligación de proteger y preservar la biodiversidad y los
equilibrios ecológicos del planeta. Así, pues, el creciente y expansivo poder
tecnológico han convertido en objeto de responsabilidad humana a la
naturaleza terrestre y, en particular, a la propia naturaleza del ser
humano.
El valor ético del conocimiento tecnocientífico.
En las actuales condiciones del desarrollo tecnológico, el saber
científico y tecnológico se ha convertido en una nueva necesidad ética
. Esto es, el conocimiento científico debe estar, en lo posible, a la par
de la capacidad transformadora de la tecnología. Es indispensable entonces
procurar el conocimiento de las condiciones y de los efectos futuros, probables
o potenciales.
Así, la ciencia y la tecnociencia tienen un nuevo
deber ético : vigilar el despliegue del poder tecnológico para
proteger a la humanidad misma de sus excesos y de sus posibles efectos negativos
y, al mismo tiempo, potenciar y expandir los beneficios de las tecnologías más
seguras, más limpias y más eficientes.
Lamentablemente, nos hemos acostumbrado a apreciar las
tecnologías sólo por sus efectos inmediatos, sin reparar en las consecuencias a
futuro; nos dejamos llevar por las innovaciones tecnológicas que rápidamente se
extienden como una nueva “necesidad”, sin detenernos a pensar si los medios se
adecuan a los fines, y si no surgirán efectos negativos en su uso intensivo.
Quizá con el uso irracional de algunas tecnologías estamos solucionando
problemas inmediatos, pero gestando graves complicaciones para el futuro.
La emisión de estas ondas invisibles, se suma a la que
producen muchos otros artefactos electrónicos (televisores, computadoras,
copiadoras, incluso secadoras de pelo, etc.), a tal grado que algunos
científicos han hablado ya de una contaminación electromagnética,
invisible pero peligrosa porque se viene incrementando rápidamente en los
últimos años.
En cuanto más dependemos de una tecnología, son mayores
los riesgos de colapsos y catástrofes que no podríamos remediar a tiempo con
nuestros propios recursos tecnocientíficos, pues no acostumbramos planear
medidas de precaución o disponer de medios alternos. Así, los beneficios
inmediatos pueden convertirse en problemas muy costosos a largo plazo que
terminen por pulverizar los logros de la civilización tecnocientífica.

Esa privatización de la tecnociencia
entra en contradicción con el valor público de la ciencia y el valor de
utilidad social de la tecnología. En el mundo actual, la tendencia del desarrollo
tecnológico parece ir en sentido contrario: los beneficios se privatizan, sólo
acceden a ellos quienes tienen el poder económico para pagarlos, mientras que
los daños y riesgos se extienden a todas las sociedades y afectan mayormente a
los más pobres, es decir, a los que menos disfrutan de los beneficios del
desarrollo tecnocientífico.
Por otro lado, no existen condiciones ideales para el
desarrollo o aplicación de las tecnologías, pero debemos valorar socialmente
cuáles son las mejores condiciones; en esto podemos señalar tres valores:
- La publicidad.
- La precaución.
- La responsabilidad.

Las tecnologías deben ser públicas puesto que los
efectos o los daños perjudican a todos. La gente debe tener suficiente
información sobre los riesgos y los problemas que implican el uso masivo de
ciertas tecnologías, debe también poder decidir si está de acuerdo en asumir
riesgos, como vivir cerca de una central nuclear, o bañarse en aguas donde se
descargan por toneladas desechos orgánicos e industriales.
La información de seguridad sobre las tecnologías debe
ser pública para poder exigir responsabilidad a los diseñadores, los
fabricantes, los operarios y los dueños de los sistemas y artefactos.
Pero muchas veces no es posible saber qué tipo de
efectos se producirán, y si éstos serán dañinos. Los efectos negativos pueden
ser accidentales y no intencionales, sobre todo en un sistema tan complejo como
el de nuestro mundo tecnológico.
Tecnociencia en acción
LA TECNOCIENCIA EN ACCIÓN
La investigación tecnocientífica se ocupa, cada vez más, de procesos provocados y controlados en los laboratorios por el mismo investigador como efectos reproducibles de construcciones que, a su vez, son resultados tecnológicos de producción científica, tales como generadores eléctricos y radioactivos, aceleradores de partículas, láseres o recombinados de ADN.

Procedimientos tecnológicos y tratamiento teórico están estrechamente entrelazados en la investigación y el desarrollo tecnocientíficos de laboratorio, que se basan, característicamente, en la construcción experimental, en la descomposición y aislamiento de elementos y en la manipulación, reemplazo y
recombinación, con el fin de reproducir a voluntad y controlar completamente los procesos deseados mediante la eliminación de perturbaciones en las disposiciones experimentales.
Así, el análisis y sistematización teórica de las propiedades físicas de los materiales en términos de átomos, partículas elementales y estructuras atómicas se entrelaza con la física atómica experimental en lo que son las tecnologías nucleares, de la misma forma que, en química, las teorización de las propiedades químicas en términos de estructuras moleculares es inseparable y está al servicio de tecnologías de síntesis química.
Las disciplinas de la física y de la química contemporáneas no son fundamentalmente otra cosa que nuevas tecnologías, es decir, tecnociencias.
Desde principios de siglo la metodología y las teorías físico-químicas se van transfiriendo al campo de la investigación biológica, donde se quiere encontrar, detrás de la diversidad de los logros y capacidades operativas de la nueva biología tecnocientífica, los últimos componentes que -al igual que los átomos en la física- puedan presentarse teóricamente como los responsables de las propiedades orgánicas.
De esta forma se llegan a descubrir los genes y las estructuras genéticas y se desarrolla la biología molecular, con la consiguiente avalancha de las nuevas biotecnologías y la ingeniería genética.

Como dice el famoso físico von Weizsacker, una ley natural “es, cada vez más, una descripción de la posibilidad y del resultado de experimentos—una ley de nuestra habilidad para producir fenómenos”. Las regularidades investigadas de forma experimental y controladas cuantitativamente, se provocan, mantienen y reproducen tecnológicamente y cada procedimiento e instrumento de medida es, en definitiva, un producto tecnológico.
Las elaboraciones teóricas más abstractas de los diversos resultados de la investigación se extrapolan para interpretar procesos naturales, cósmicos o sociales al margen de cualquier control experimental del investigador.
La capacidad de dominio tecnológico se sublima, en último extremo, como explicación teórica de la naturaleza y del cosmos.
Las extrapolaciones teóricas recurren, como justificación, a las leyes científicas,
que el investigador, presuntamente, descubre en su búsqueda de la verdad.
Estas, constatadas en las disposiciones experimentales, rigen para cualquier otro dominio sin limitaciones temporales.

El discurso legalista en la ciencia es el resultado y origen de trascendentales mistificaciones, a las que han sucumbido grandes científicos,como el propio
Einstein.
“¿Pero cuál puede ser el interés de llegar a conocer una porción de la naturaleza
tan pequeña en forma exhaustiva, mientras se deja de lado, con cautela y timidez, todo lo que implique mayor sutileza y complejidad? ¿El producto de tales esfuerzos modestos puede recibir la orgullosa denominación de teoría del universo?
Mediante esas leyes sería posible llegar a la descripción o sea, la teoría de todo proceso natural incluyendo la vida a través de la pura deducción, si ese proceso de deducción no estuviera más allá de la capacidad del intelecto humano.

La tarea fundamental del físico consiste en llegar hasta esas leyes elementales y universales que permiten construir el cosmos mediante pura deducción.”
A la interpretación legalista de la tecnociencia subyace, entre otras cosas, la
concepción estándar tradicional, que la concibe fundamentalmente como teorías.
En los actuales Estudios de Ciencia y Tecnología la ciencia se muestra, por el contrario, como una práctica, la práctica del entramado de la producción tecnológica y teórica.

La interacción entre teorización y producción tecnológica en el seno de la
investigación tecnocientífica, da lugar a las nuevas tecnologías, es decir, tecnologías desarrolladas o perfeccionadas con la ayuda de procedimientos teóricos.
La relevancia operativa de la ciencia no reside en sus productos teóricos, sino en su producción tecnológica. De la ciencia no se aplican sus teorías, como quieren hacer creer algunos filósofos de la ciencia, sino directamente sus tecnologías o sea, el saber operativo, las capacidades y los artefactos tecnológicos desarrollados y teorizados en la investigación científica.
La clave del éxito tecnológico de la ciencia reside en que las teorías científicas teorizan, precisamente, técnicas exitosas. La verdad de la representación teórica
corresponde a la efectividad operativa.
El desarrollo tecnocientífico de la investigación tiende a expandirse a todos los
ámbitos de producción de saber. La producción tecnológica resultante lleva el sello de la asimilación tecnocientífica, pues en el proceso de tecnocientificación no sólo se transfieren los modos de producción tecnológica sino que el dominio asimilado es, a su vez, objeto de teorización en el marco tecnocientífico.
Es decir, junto con la transferencia tecnológica de los procedimientos e instrumentos de producción tecnocientífica se da una extrapolación teórica o teorización del dominio asimilado en el marco teórico de la tecnociencia dominante.
Los nuevos procedimientos tecnológicos llevan consigo nuevos tratamientos teóricos y juntos dan lugar a nuevas tecnologías, como es el caso de la biología molecular y la ingeniería genética.
Extrapolaciones teóricas ocurren asimismo entre campos diversos dentro de un
mismo dominio, dando origen a superteorías científicas que integran y articulan
teorizaciones de nivel inferior.
Una determinada superteoría puede llegar a ser
prepotente y constituir un proceso de expansión teórica, como en el caso de la mecánica newtoniana.
Dicha expansión teórica escolta, de forma más o menos manifiesta,
procesos de transferencias metodológicas y tecnológicas. En este contexto juegan un papel determinadas superteorías que sirven para justificar la asimilación en cuestión y lograr una aceptación social de la nueva
producción tecnológica frente a posibles resistencias.
Este tipo de construcciones teóricas, más que un carácter propiamente científico, constituyen extrapolaciones y superteorías filosóficas, dado que no representan ni articulan contenidos tecnológicos, ni tampoco se derivan de ellas tecnologías específicas, a no ser técnicas retóricas destinadas a cambiar la conciencia social.
Sin embargo, al basarse en la supuesta valideuniversal de determinadas teorías científicas, que presuntamente autorizaría cualquier extrapolación teórica o transferencia tecnológica, las legitimaciones superteóricas del desarrollo y de la
aplicación de nuevas tecnologías están invirtiendo exactamente los términos.
La innovación tecnológica es el contexto del cambio científico teórico. Ahora bien, si las teorías científicas resultan de la teorización de realizaciones tecnológicas entonces difícilmente pueden constituirse en la legitimación de estas últimas.
REFERENCIAS:
Medina M.1985. De la techne a la tecnología. Valencia: Tirant lo Blanc.
Medina M.1992 “Nuevas tecnologías, evaluación de la innovación tecnológica y gestión de riesgos”, en Sanmartín, J./Medina, M. (eds.) Estudios sobre sociedad y tecnología.
Barcelona: Anthropos.
Tecnociencia, Universidad de Barcelona, Manuel medina
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