Muchas veces no es posible saber qué tipo de efectos se producirán, y si éstos serán dañinos. Los efectos negativos pueden ser accidentales y no intencionales, sobre todo en un sistema tan complejo como el de nuestro mundo tecnológico.
Por consiguiente, las tecnologías que potencialmente encierran riesgos enormes que no podrían ser controlados o remediados no deberían ser aceptables.

En algunos casos, sería mejor renunciar a ellas. Mucho se ha debatido, por ejemplo, sobre el uso de la energía nuclear. Después del accidente de Chernobyl en 1986 muchos científicos piensan que el manejo de esta industria (sobre todo los desechos radioactivos, que son indestructibles y se tienen que almacenar en la tierra o en el fondo de los océanos, con el riesgo de contaminar el subsuelo y el agua) es demasiado grande, mientras que los beneficios no llegan a ser significativos.
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Efectos Negativos en el Medio Ambiente |
La tecnociencia debe actuar con prudencia buscando (con fundamento en los conocimientos científicos que se disponen) dónde residen y cuáles son los riesgos potenciales y actuales que habría en la aplicación de artefactos y sistemas tecnológicos. La precaución indica que si existen indicios de posible daños a la naturaleza o a la salud humana, una tecnología debe ser re-diseñada o retirada de la aplicación.

Como consecuencia de la incertidumbre en que se desarrolla la tecnología, se generan y generarán muchas controversias de valores entre diversos grupos sociales, a veces enfrentados. Estas controversias sobre el uso de tecnologías se han convertido en un nuevo problema global para la política. Puesto que no contamos, en la mayor parte de los casos, con información científica contundente, y que confirme que no hay riesgos mayores o que los peligros son inminentes, tenemos que discutir ampliamente a fin de llegar a acuerdos razonables.
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Para que estos acuerdos sean justos deben basarse en principios universales: la responsabilidad, la prudencia, la precaución y la seguridad, en equilibrio con la utilidad, la eficacia y la eficiencia. No hay que perder de vista que el interés fundamental por el desarrollo de las tecnologías es la utilidad social. Para tomar decisiones tecnológicas en una sociedad democrática no es suficiente con la opinión de los expertos, sino que también deben participar los directamente afectados y todos aquellos que tengan interés en el desarrollo de una tecnología. Sin embargo, para que la sociedad pueda fundar sus opiniones y sus posiciones, debe contar con la información básica, y ello sólo es posible con base en una cultura científica general que se obtiene en la escuela y que difunden los medios de comunicación.
Por tanto, la responsabilidad social de los científicos y tecnólogos consiste en investigar lo más posible sobre los efectos, daños reales o potenciales y riesgos de las tecnologías, ofrecer información confiable a la sociedad y advertir a tiempo cuando existan posibilidades de riesgos inminentes o de problemas que el resto de la comunidad desconoce.
La vida cotidiana del hombre en épocas anteriores
cambió sólo a través de procesos en su mayor parte dilatados en el tiempo. Las
generaciones incorporaron a su desenvolvimiento cotidiano lo nuevo, dentro de marcos
precisos de conservación de lo anterior.
Lo novedoso e innovador se adoptó siempre con
lentitud y recelo, pues resultaba sospechoso como portador de incertidumbre y cambio
en dirección desconocida. Esto es perfectamente compatible con el designio más profundo
de la cotidianidad garantizar la producción y reproducción de la vida humana.
La creatividad estaba circunscrita en su mayor parte a un conjunto de actividades específicas, y su salida como saber y productos hacia la vida cotidiana debía someterse y estaba regulado por los mecanismos de realización ya asentados, entre los cuales las costumbres desempeñaban un papel relevante.
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Conocimientos Adquiridos |
Los nuevos conocimientos adquiridos por el hombre,
el desarrollo de nuevas formas productivas a partir de la ciencia y la tecnología,
la ampliación de los flujos informativos; la inclusión de todo esto en la vida
cotidiana en forma de objetos e instrumentos, conocimientos y modos de vida transformados,
han hecho hoy día el cambio preferible a la estabilidad, y elevado el valor
social de la novedad y la creatividad.
Esta modificación de la vida cotidiana en dirección
a la preferencia por el cambio podría entenderse como un progreso, una ventaja,
un hecho novedoso positivo. Ello sería totalmente cierto, si no se tratase de
un proceso en el cual la opción por el cambio y la instrumentación del saber se
han convertido en amenaza para la propia vida, y no sólo la humana. Desde la
revolución industrial, pero sobre todo a partir de la revolución científico
técnica en la década del cincuenta del siglo XX, el saber científico y
tecnológico, los modos de ser, conocer y actuar de la ciencia y la tecnología,
han subvertido la vida cotidiana como proceso material y espiritual de vida.
Como proceso material, la vida cotidiana ha sido dotada de nuevos instrumentos que potencian
las capacidades humanas, cambian la vida de las personas, a la vez que la hacen
dependiente del conocimiento y los nuevos productos del saber que han de
revolucionarla también en el futuro. Formas ancestrales del hacer de la vida
humana desaparecen, envueltas en un constante proceso de cambio, homogeneización
y creación de dependencias.
La vida cotidiana se subvierte mediante la destrucción de las formas de vida y la instrumentación de un modo material único de realización de la vida. La subversión material de la vida cotidiana por los productos del conocimiento y la tecnología, ha conducido a la mejora de las condiciones de vida de una parte significativa del mundo, pero este no es el único resultado.
La estandarización de la vida humana y la pérdida
de la socio-diversidad son resultados igualmente notables, aunque absolutamente
destructivos, e indeseables.
La cotidianeidad subvertida tiende a hacerse única
y dependiente de elevados consumos de Naturaleza, lo que incrementa su
fragilidad. La perdida acelerada de la socio-diversidad parece una carrera
desenfrenada en busca de estados sociales de homogeneidad y equilibrio.
Pero en términos de vida y sociedad homogeneización
y equilibrio son equivalentes a la muerte.
Como proceso espiritual, la vida cotidiana se subvierte mediante la destrucción de las costumbres
y la instrumentación de un modo ideológico único de realización de la vida.
Mediante una inversión valorativa, el trabajo se
reduce al empleo, el amor al sexo, la salud a la enfermedad, la calidad de vida
al bienestar, la familia a su vida económica, la persona al individuo.
La homogeneización conduce a un empobrecimiento mayor de la diversidad espiritual humana, a la exclusión y marginación del otro. También a la aparición de acciones y una serie de cuestionamientos existenciales ávidos de respuesta. Uno de los efectos más importantes de la subversión material y espiritual de la vida cotidiana por la ciencia ha sido la activación del hombre común como sujeto social y epistémico. A diferencia de épocas anteriores, donde el hombre común podía ser caracterizado como parte de una masa más o menos homogénea, el desarrollo de los flujos informativos, la elevación de los niveles de conocimiento e instrucción, han conducido al surgimiento de nuevas demandas y una participación más activa de las personas, que ahora se cuestionan el avance científico tecnológico y presentan demandas concretas.
El mayor activismo social, expresado en el movimiento ambientalista, por ejemplo, no es una consecuencia sólo de la aparición de nuevos problemas, o de un mayor nivel cultural y de comprensión por parte de los ciudadanos.
Como consecuencia del conjunto de cambios introducidos por la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana, el hombre común ha cambiado su percepción de los problemas y ha incrementado su nivel de participación no sólo en la presentación de nuevas demandas, sino también en la búsqueda de las soluciones a los problemas.
La homogeneización conduce a un empobrecimiento mayor de la diversidad espiritual humana, a la exclusión y marginación del otro. También a la aparición de acciones y una serie de cuestionamientos existenciales ávidos de respuesta. Uno de los efectos más importantes de la subversión material y espiritual de la vida cotidiana por la ciencia ha sido la activación del hombre común como sujeto social y epistémico. A diferencia de épocas anteriores, donde el hombre común podía ser caracterizado como parte de una masa más o menos homogénea, el desarrollo de los flujos informativos, la elevación de los niveles de conocimiento e instrucción, han conducido al surgimiento de nuevas demandas y una participación más activa de las personas, que ahora se cuestionan el avance científico tecnológico y presentan demandas concretas.
El mayor activismo social, expresado en el movimiento ambientalista, por ejemplo, no es una consecuencia sólo de la aparición de nuevos problemas, o de un mayor nivel cultural y de comprensión por parte de los ciudadanos.
Como consecuencia del conjunto de cambios introducidos por la ciencia y la tecnología en la vida cotidiana, el hombre común ha cambiado su percepción de los problemas y ha incrementado su nivel de participación no sólo en la presentación de nuevas demandas, sino también en la búsqueda de las soluciones a los problemas.
Esta nueva situación demanda a la ciencia y la tecnología en
sus representantes, científicos y tecnólogos, un diálogo y constante comunicación
con la ciudadanía tanto en la búsqueda de soluciones a los problemas nuevos que
se plantean, como en la conceptualización misma de los problemas.
Esto quiere decir, que se está comenzando a producir un nuevo diálogo entre sectores sociales antes separados por el velo del desconocimiento atribuido a la vida cotidiana y el sentido común, y el conocimiento verdadero, atribuido a la ciencia. En lugar de la contraposición entre científicos y no científicos, se está abriendo la época del diálogo humano multilateral en busca de soluciones a los problemas de naturaleza global que el propio desarrollo científico-técnico está planteando ante la humanidad.
Esto quiere decir, que se está comenzando a producir un nuevo diálogo entre sectores sociales antes separados por el velo del desconocimiento atribuido a la vida cotidiana y el sentido común, y el conocimiento verdadero, atribuido a la ciencia. En lugar de la contraposición entre científicos y no científicos, se está abriendo la época del diálogo humano multilateral en busca de soluciones a los problemas de naturaleza global que el propio desarrollo científico-técnico está planteando ante la humanidad.
Por eso no es difícil observar en la actualidad como pueden confluir en
un foro ambiental, o contra la guerra, especialistas científicos, activistas
políticos y sociales, junto a los miembros de organizaciones comunitarias que
de conjunto están replanteando los problemas que tiene ante sí la humanidad.
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